Un bote en el suelo era una tentación, darle la patada más fuerte que podías y salir corriendo y esconderte todo era uno, muchas noches de verano las pasábamos en mi pueblo jugando al bote. ¿Para que más juguetes que un bote y amigos? Como nos decían los padres: ¡juguetes!, la calle para correr y los cantos para tropezar.Poco a poco, los ibas localizando y corriendo hacia donde estaba el bote los nombrabas en su interior, estaban cazados casi todos, esperando que los pocos que quedaban los salvaran. Y es que siempre en la cuadrilla estaba el espabilado de turno que salía de su escondrijo y daba tal patada al bote que antes de recogerlo y ponerlo de nuevo en su sitio ya no quedaba ni dios allí y otra vez a empezar. ¡Jo, como lo pasábamos todos! Bueno, todos menos el que la quedaba.
A un jodido bote:
bote en una esquina de cualquier calle apostado,
junto a tu guardián, celosamente eres custodiado,
jodido bote, que patada tienes cuando te miro y no me ven.
Coger bichos tampoco se nos daba mal, los teníamos diurnos, ranas, cangrejos, pececillos, grillos, gusanos... todo el día indagando como pillarlos; y los nocturnos, unos los llamábamos chicharras, chirraban toda la noche metidas en sus agujeros, la ciencia para cogerlas estaba en acertar en clavar un palo en la dirección que creías que iba su agujero y así taponarlo, evitando que se escondiera, claro, todo esto con mucho sigilo para que no se escondiera al acercarnos. ¿Por cierto, sabéis alguno como se capan las chicharras? Otro bicho nocturno eran las bombillas del alumbrado del pueblo, a esto íbamos armados hasta los dientes con esos tiradores, hechos por nosotros, por supuesto, con unas gomas de cámara de bicicleta, un poco de cuero de alguna bota rota para hacer la badana y una horquilla cortada de algún árbol, proyectiles no faltaban en el suelo, puesto que sus calles no estaban pavimentadas. Pero cuando nos aburríamos o nos echaban la bronca, ¡que no se por que, la verdad! (tarde o temprano habría que reemplazarlas por farolas), bueno tal vez fuera un poco temprano para eliminar la poco luz que había, pues hacíamos dos ejércitos, unos contra otros, hasta que a alguno escalabrábamos o nos escalabraban, fin de la batalla, no de la guerra, que continuaba la noche siguiente, con una baja, eso si. Claro, os preguntareis ¿por que de noche? Sencillo, alevosía, nocturnidad y, que leches, los bichos bombillas se veían mejor cuando estaban encendidas.
Antes de los cromos se jugaba a los cartones, el juego consistía en darle golpecitos con el dedo e intentar pillar el cartón de tu contrincante, montándole encima antes que él a ti. También se hacían carreras, el ganador se quedaba con todos los de los adversarios.
Llegando las lluvias y la borrasca de la escuela, jugábamos a los indios y los vaqueros, nos armábamos de revólveres que disparaban mas tiros que las metralletas más modernas, teníamos la legua muy rápida, pum, pum, pum y el dedo muy ligero: que te he visto, que te he dado, que tu no me has visto, mentiroso, ya no juego. Y es que siempre los indios tenían todas las de perder. Ahora tengo mejor concepto de ellos desde que vi la película Bailando con lobos.
Cuando el suelo ya estaba bien empapado teníamos nueva competición, el hinquete, o el hinque, un palo grueso de buena madera para que no te lo rompieran, de unos 30 centímetros de largo y con la mejor punta que os podáis imaginar. Y a la, pallá que te ibas, al colegio con tu hinquete pero sin la cartera, los donuts no te los olvidabas, ni los conocíamos, yo no se cuando vi esas cosas redondas sin agujero que se comían, pero de siempre me he preguntado por qué quitaban el agujero, tal vez no se coma sigo pensando, si no, otra explicación más lógica aun no encuentro. Este juego tenía sus peligros, bueno el juego no, los que jugábamos, poníamos todas las fuerzas e ímpetu en clavarlo lo mas posible y en alguna ocasión no llegaba a hincarse en el suelo sin antes hacer una brecha a alguno en la cabeza, este juego del hinque aun me sigue gustando, lo analizo y no se por qué.
De más mayores ya sabíamos leer, ¡que trabajo le costó a alguno que fumaba tanto!, no es de extrañar que fumara tanto, antes no había baja por estrés ni valium, de alguna forma tenía que pasarlo, ¡que profesión tan sacrificada esa de ser maestro de escuela! Bueno, pues ya nos entreteníamos con los tebeos y más mayorcitos seguimos leyendo tebeos.
En los bares recogíamos las chapas de los refrescos, les poniamos un cromo pegado y en el suelo hacíamos una especie de carreteras y La Vuelta Ciclista a España, ahora está el excaletric, a mis hijos creo que se lo "regalé" con un par de años.
Pues nada, por hoy ya hemos jugado bastante, todavía os ajunto a todos por lo que otro día jugaremos a otras cosas.