Cuando esa adolescente llega cada año por estas fechas y nos llena los sentidos de fragancias, coloridos imposibles, sonidos de pájaros anunciando nuevas vidas que alegrarán ese campo tan dormido estos últimos meses, me llegan recuerdos, recuerdos de tardes de juego por esa moqueta de verde hierba que como adolescente que es, salpicada de montones de salpullido de margaritas, pamplinas y demás florecillas, pequeñas ellas, pero grandes decoradoras de prados, eras y campos. En esas nos encontrábamos hasta llegar el día dos de Mayo, cuando nada más salir de la escuela los chavales recorríamos los prados y recogíamos campanillas, espadañas y alguna que otra florecilla más para con ellas, haciendo ramilletes, decorar esa misma tarde la cruz que se encontraba en la escuela. Por supuesto en aquellos tiempos, chicos por un lado y chicas por otro, la cruz decorada de primavera dormía esa noche en la escuela esperando el gran día, por la mañana allí estábamos todos en la escuela, pero ese era un día muy diferente, recogíamos la cruz y por el pueblo, de casa en casa, la mostrábamos y pedíamos unas propinas con esta cantinela:

Con muchísimo contento
a su casa hemos llegado
a darle los buenos días
el día de la Cruz de Mayo.

Día de la Cruz de Mayo,
día de mucha alegría
para ustedes y nosotros
que estamos en compañía.

A Jesús hoy le pedimos
que nos de su bendición
a ver si el año que viene
nos puede dar un jamón.

Y si no puede ser eso
esperemos que nos de
unas cuantas pesetillas
para poderlo pasar bien.

Y entonces la señora desde la puerta de su casa y después de escucharnos nos daba la propina y rematábamos la cantinela según las pesetillas que nos diera:

Esta casa es un palacio
la señora es una reina
que nos ha dado limosna
a los niños de la escuela.

Y esta es la variante, dependiendo claro está, de las perrillas y del humor de la buena señora:

Esta casa es una cuadra
la señora es una guarra
que no nos ha dado limosna
a los niños de la escuela.


En mi pueblo, Cozuelos de Fuentidueña, este rito, oda o exaltación a la primavera por primaverales chavales se repitió, tal vez, durante siglos. En el curso de 1986 cuatro niños, los únicos de ese curso, hicieron un guiño a esa tradición fue el último, las escuelas se cerraron, tal vez para siempre.


El pueblo lo recorríamos en un plis plas, pequeño que es y lo poco que nos gustaba cantar, no nos entreteníamos si no surgía. -Si no cantáis, no os doy la propina- pues venga, vale.
Con el dinero recolectado comprabamos en las tiendas galletas, bizcochos, chocolate o cosas así y de nuevo en el centro de operaciones, la escuela, nos lo repartiamos y junto a un cacho de pan, algo de chorizo y el huevo cocido que recogiamos en casa, nos íbamos al campo a rodar el huevo que antes lo pintabamos de mil colores para no desentonar con la primavera. Los pequeños al Prao de los Niños que estaba cerca del pueblo, como a 1 Km, los mayores, con su parte del reparto, algo más lejos, a Santa Olalla, a unos 4 Km y allí, debajo la Peña la Patada se merendaba. De más pequeños se soñaba ir con los mayores algun día, eso si era aventura, era ser ya mayor, ahora de mayor, sueño con el Prao de los Niños y con esa primavera de edad, dicen que vuelve de nuevo, que el ciclo se repite, "que cosas tiene la vida".