Noches de Semana Santa, tradiciones que se remontan al pasado, cuyos orígenes, por estas tierras de Castilla, no se sabe cuando se asentaron, pero muy ligadas a la pasión de Cristo. Entre ellas, el juego de las Chapas, dicen que su origen viene de cuando crucificaron a Jesús, la posesión de su túnica se la jugaron a las chapas dos soldados, pero esto a desvariado un poco.
El local abarrotado de gente, unos en corrillo, algunos no se retiran, una postura, otra, otra más, y ven como su dinero cambia de manos al ritmo del sonido de dos monedas, de dos caras y dos lises.
Las chapas son dos monedas de cobre de Alfonso XII que se tiran al aire y ya en el suelo, caprichosas ellas, deciden a que manos irán esos euros que sobre el suelo esperan.
Antes, la banca apuesta su dinero, la noche tiene su ritmo y las apuestas bailan a el 300,500,1000 hasta 2000 euros se cubren las apuestas el baratero va asentándolas a los pies de los apostantes, una vez cubierto el dinero, la banca anuncia su apuesta "arriba lises" y las chapas vuelan por el aire a manos de el de la banca, el baratero canta el resultado cara y lis, "para nadie", el baratero canta de nuevo la apuesta "arriba lises", las monedas vuelven al aire para volver a caer al suelo donde las caprichosa fortuna decide si el dinero será para el apostante o para la banca, lises y lises la banca gana y el baratero también su diez por ciento. Cuando las cosas son al revés, la banca pierde el dinero y también el ser el poseedor de la banca que pasará a quien la quiera pero por orden de puesto y así hasta las 5 o 6 de la mañana desde la una de noche de su comienzo.



Indago un poco y me dicen: "si, antes se jugaba más aun, empezábamos a jugar en las bodegas antes de ir a cenar, en cierta ocasión, antes de la cena llevaba ganado un millón de pesetas, me fui a cenar y después lo perdí, este juego es así". Algunos no se mueven del lugar y a pesar de que cada jugada puede durar unos pocos minutos, parecen tener bien forrado el riñón, pues pocos pueden soportar ese chorreo de perder euros. Me cuentan: "la mayoría de banca juegan a caras, en cierta ocasión se llegaron a hacer ocho caras seguidas, imagínate, deja a todo el mundo pelado, antes se llegaron a jugar fortunas, fincas y hasta la mujer. Eran otros tiempos y no se necesitaban permisos como ahora, creo que en la provincia este año se han dado ocho, uno de ellos este de Sacramenia".



El domingo de Pascua me pasé por Turégano y me encontré con esta imagen que me chocó y como no sabía nada pues pregunté. El señor cura fue el más cercano y el más apropiado, me contó que es tradición que los quintos de ese año pongan esos carteles en esta fecha y que antaño ponían también un cordero atado a la puerta y que terminado el asunto lo mataban y se lo merendaban, pero con los temas ecológicos que lo dejaron, yo pensé para mis adentros: “este no ha visto la gallina” y me siguió contando que el lunes, segundo día de Pascua, los quintos siguen de fiesta y en la plaza, armados con limonada y bollos caseros, paran a los coches y camiones que pasan por allí y se lo ofrecen a cambio de unas perras. Y yo les digo: “¿pero no sería mejor ofrecerles un café en un termo calentito en vez de limonada según están las cosas del alcohol?, pero les da lo mismo, ni caso.

Y en esas estamos, cuando, entrando más gente a la iglesia, dejamos el palique y me despido, se me pasó preguntar por la obra, ¿que final tiene? ¿O si tiene comienzo? Camino a casa me da por pensar la curiosa tradición que tal vez sea un rito de iniciación, paso de la adolescencia a ser ya adultos, anunciándose en público mediante esos carteles y comunicar al pueblo que ya son hombres, que ya pasó su adolescencia y el "niño, tu te callas" y "cuando seas mayor comerás dos huevos" se terminó.