Querida familia y amigos,
a la presente de esta deseo os encontréis bien, nosotros bien, gracias a Dios. Hace ya tres largos meses que abandonamos el pueblo para venirnos a la ciudad dejando el pueblo vacío. Vacío digo aunque nuestros corazones se quedaron allí. A veces me veo con Antonio, es el único momento feliz que tenemos recordando nuestro pueblo en esta gran ciudad. Los niños se habituaron bien, ya sabéis lo que son los críos. La Ramona encontró trabajo asistiendo en una casa de postín pero que se les ve el plumero, trabaja mucho y solo la veo de noche y destrozada por tanto trabajo nada correspondido. Yo aun sigo buscándolo, las cosas están difíciles, dicen que no tengo experiencia, ¡cuanto echo de menos mi pueblo! Lo que daría por ver amanecer sobre mis tierras agarrado al arado con mi Lucero y Siete Monedas, arrancando el jugo de esa tierra que a veces nos recompensa nuestras fatigas y otras nos deja con hambre pero se la perdona por ser nuestra madre, esa que nos acogerá a todos por igual en nuestra muerte.
A veces me pregunto que habrá sido de ellos, esos compañeros de fatigas. Los malvendí pero claro los viajes constaban y esta nueva vida se hace cara.... Esto no es vivir, pero en el pueblo era morir. ¿La ciudad? Hoy tampoco vi amanecer, tampoco vi atardecer ayer, no oigo pajaros cantando a mi paso, tampoco huelo las fragancias de las flores de esta primavera, tampoco piso esa hierba fresca de la mañana, el viento no me alienta, la lluvia no refresca mi cara, de noche no veo la oscuridad, tampoco las estrellas, ni la la luna. ¡Me siento tan solo y rodeado de tanta gente! Dios mio ¿este es mi futuro?
Se despide de todos vosotros, este que os añora y os quiere,

Juan